Una sola virtud representa la totalidad




    IKEDA: Muchos pensadores y columnistas japoneses consideran que, por desventura, al Japón también le falta el pilar de una sólida filosofía de vida. En su opinión, ¿cuál de las muchas virtudes enunciadas por los filósofos desde la Antigüedad resulta más valiosa para la sociedad de hoy?



   MARINOFF: Todas las virtudes clásicas tienen un significado especial para cada generación. Lo que tienen en común es el referente de que la naturaleza humana es maleable. Puesto que la naturaleza humana es una única cosa —ya que los diferentes idiomas, creencias, costumbres y culturas solo denotan diferencias superficiales—, todas las virtudes tienen que ser comunes para toda la humanidad.

   Está claro —tanto desde un punto de vista teórico como práctico— que la valentía, la justicia, la sabiduría y la templanza están interrelacionadas. El ejercicio de una de ellas implica el ejercicio de todas.



   IKEDA: Son observaciones sugestivas, especialmente la idea de que practicar una virtud conlleva implícitamente la práctica de todas. Esto, creo yo, es una verdad medular a la hora de pensar la filosofía.

   Como afirma el poeta griego Teognis de Megara: «En justicia, toda virtud es virtud colectiva, y todo hombre es bueno si es justo.» Para establecer justicia hay que aunar valentía, acción y sabiduría. Y, asimismo, la fortaleza de no claudicar ante la desventura y la maldad. Así pues, en la práctica, la defensa y la consolidación de la justicia intervienen numerosas virtudes.

    Por lo tanto, insisto, no hay que ver la filosofía como una actividad limitada a los filósofos de profesión. Antes bien, es una práctica que cualquier persona puede emprender en su afán de contestar preguntas y resolver problemas cotidianos.



   MARINOFF: La búsqueda de la virtud en un mundo malicioso, por arduo que parezca el camino y remoto el objetivo, comienza en la mente de cada individuo en este mismo instante. Las personas no tienen por qué aguardar la llegada de un salvador ni ser ungidas por un filósofo rey; todo el mundo puede ejercer la virtud en cualquier tiempo y lugar, contribuyendo así a mejorar el mundo aquí y ahora.

    Las últimas palabras de Shakyamuni exhortaron a sus seguidores de esta manera: «No os refugiéis en nada fuera de vosotros mismos. [...] No busquéis amparo en ninguna otra cosa más que en vuestro propio ser.» Todo el mundo puede seguir su propia luz interior, sobre todo cuando practica las virtudes que la hacen brillar con más intensidad. Para una vida así iluminada no hay viaje agotador, no hay camino bloqueado, no hay pesar que debilite, no hay mal que triunfe. Aristóteles enseñaba que alcanzamos la justicia realizando actos justos, que practicamos la valentía con actos valientes.



   IKEDA: Lo primero es la acción. Toda solía decir que «los jóvenes necesitan luchar valientemente, sin reparar en los que obstruyan su camino». Recuerdo que, una vez, me alentó con estas palabras: «No prestes atención a los que se burlen de ti o te menosprecien; sigue avanzando en pos de tu objetivo. Confía en la fuerza que obtienes de tu práctica budista.» Yo también, en cada oportunidad, exhorto a los jóvenes a actuar con valentía.

    Rectificar la injusticia no es algo que pueda hacerse sin coraje. Alentar a los amigos que tienen problemas y salir al encuentro de alguien que sufre son actos de solidaridad que tampoco pueden llevarse a cabo sin valentía, aunque esto no parezca tan evidente.

    ¡En cierto sentido, hasta algo tan simple como madrugar requiere una cuota de valor! También hay que ser valiente para transformar las debilidades.

    En verdad, adquirir conocimientos sobre las virtudes no es lo mismo que ser virtuoso. La virtud como ejercicio requiere de la praxis; es una puesta en práctica. Como escribe Marco Aurelio: «No pierdas más tiempo discutiendo cómo debería ser un buen hombre. Sé un buen hombre.» Por eso es tan importante la existencia de un mentor que actúe junto a los jóvenes y les ofrezca un modelo real de conducta.

(fragmento del libro "El Filósofo Interior" de Lou Marinoff y Daisaku  Ikeda)

Comentarios